No hay que temerle al fracaso porque que los logros vienen de la evolución de los fracasos. Para ello es fundamental que el fracaso evolucione. Entonces, el fracaso no es nada más ni nada menos que la semilla del éxito. Y a la semilla hay que ayudarla a germinar a través de la autocrítica y experimentando cada fracaso como una enseñanza, como un paso fundamental hacia el éxito.
Esto quiere decir que no podemos renunciar con cada fracaso. Si lo hacemos estamos renunciando a la posibilidad de mejorar una idea, de aprender, de crecer, de evolucionar. Es un error juzgar a una idea solamente porque dio malos resultados. Quizás la idea estuvo mal aplicada, o se hizo en un momento inadecuado. Estoy convencido que pensar positivamente en los fracasos pasados puede generar una idea mejor que la original.
De todas maneras, hay algo peor que el fracaso en sí mismo: el miedo al fracaso. Se trata del miedo provocado por este fantasma que acecha contra nuestros logros. Ese fantasma producto de nuestra mente que nos condiciona y que nos congela.
Naturalmente los seres humanos sentimos miedo cuando nos vemos amenazados. En el momento en que nuestra mente percibe el temor al predecir algún hecho peligroso, se generan en la persona respuestas fisiológicas y conductuales. Es un eficiente mecanismo de defensa, sobre todo hace miles de años cuando los seres humanos estábamos a merced de bestias salvajes. El problema está en que el miedo muchas veces se transforma en una conducta y las personas tendemos a reaccionar de la misma forma ante el mismo estímulo. Esto quiere decir que si alguna vez fracasamos, es probable que luego tengamos miedo a emprender porque nuestra mente tomó al fracaso como un aspecto negativo, como una amenaza.
Existen principalmente tres tipos de reacciones frente al miedo:
- Huida: Ante la amenaza, el cerebro interpreta que la mejor opción es escapar de la escena evitando de esta forma el peligro. La huida es explosiva e instantánea. Ante la duda se huye.
- Congelamiento: Algunas personas tienden directamente a quedarse quietas. En este caso la opción de simular no estar allí o estar muertos, alejaría a la entidad amenazante. El congelamiento es un intento por pasar desapercibido. El congelamiento es una huida pasiva.
- Lucha: Muchas personas ante una situación de peligro, lo enfrentan. Su cerebro envía señales al cuerpo para que se defienda y luche contra la amenaza. Esta es una lucha defensiva en la cual todo esta en juego, principalmente la vida.
El temor de fracasar también puede provocar cualquiera de estas tres reacciones que son involuntarias ya que se generan en el plano subconsciente. Lo curioso de esto es que las personas reaccionan de formas distintas según el momento y el tipo de amenaza. Todo queda deliberado a la interpretación de la mente. Esto quiere decir que una persona que huye frente a determinada amenaza puede que luche frente a otra, o frente a la primera en otro escenario u otra situación. El problema se da en la huida y el congelamiento ya que ese tipo de reacciones dejan truncos a los proyectos y a las posibilidades de crecer y por supuesto a las chances de CREER.
“Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo.” Nelson Mandela
Por esa razón, hay que perder el miedo al fracaso, aprendiendo de cada error y no dándose por vencido. Una opción para no dejar deliberado al azar nuestra reacción al miedo es estar alertas en cada situación y no percibir al fracaso como una amenaza