La inteligencia artificial es la vedette del siglo XX. Todavía no entendemos del todo ni como se generó, ni como terminará, si es que tiene límites. Una creación humana con autonomía que le permite recrearse a sí misma. Una haz de luz que hoy pareciera llegar al infinito, un concepto que a los humanos, nos es difícil de interpretar. Hemos llegado a empresas que reclutan trabajos ia para encausar éste crecimiento exponencial.
Con certeza sabemos que fue creada por humanos allá por 1956, en el Dartmouth College, en Hanover (Estados Unidos), durante un curso de verano organizado por cuatro investigadores estadounidenses: John McCarthy, Marvin Minsky, Nathaniel Rochester y Claude Shannon. Esta disciplina tecnológica fue acuñada en la actualidad por personalidades del mundo contemporáneo como el físico británico Stephen Hawking (1942-2018), el empresario estadounidense Elon Musk o el futorólogo estadounidense Ray Kurzweil; ya con una aplicación más direccionada hacia finalidades prácticas.
También sabemos que, a pesar de que su propia autonomía, le permite auto generarse, corregirse y crecer. También sabemos que el marco (si se quiere la guía), de su desarrollo, es en base a la inteligencia humana. Es por eso que podemos afirmar que la inteligencia artificial no es más ni menos que la inteligencia humana aplicada en automatismos, con una capacidad mucho mayor de cómputo y de interpretación de datos, aunque aún, sin sentido común y sin interpretación de emociones, al menos de las que los humanos estamos acostumbrados a sentir. ¿Tendrá hoy la IA sus propias emociones? O mejor dicho, ¿cuánto faltará para que la IA logre interpretar emociones humanas?.
El futuro de la IA dependerá de la responsabilidad, la creatividad, los límites y el contexto en el cual el humano permita su desarrollo. Vuelvo a repetir, por más independencia que tenga la IA, siempre detrás, aún, existimos los humanos. Siento que somos los padres de una criatura que aún hace caso, que aún dominamos, que aún se deja educar por nosotros. Aunque está ahora entrando en la adolescencia, lo cual augura alguna época de rebeldía por parte de la IA hasta su madurez.
¿Cómo te imaginas a la IA de adulta? Es ese, tal vez, el miedo de empresarios tecnológicos muy vinculados al avance de la ciencia: Cuándo el humano ya no tenga el control sobre su propia creación. Algo así como los padres con los hijos…
El humano detrás de la IA, el padre detrás de sus hijos, niños, adolescentes o adultos. Una analogía que nos invita a reflexionar acerca del contexto, en donde hoy la IA es una herramienta usada por todos, pero a su vez, con cada uso, EDUCADA POR TODOS. Hoy, somos todos padres de la IA. Somos su contexto, alimentamos su desarrollo, sin tener claro, cuál es el límite.
Por esa razón, existen Centros Educativos y Universidades que desarrollan cursos y capacitaciones, para ayudarnos a entender y a dominar esta disciplina. De la misma forma que existen consultoras que buscan profesionales que trabajen con IA para hacer funcional su desarrollo y, de alguna manera, poder «dominar» sus capacidades.