Salir de nuestra zona de confort y animarnos a montar un proyecto propio suele despertar miedos e inseguridades, pero quienes lo han hecho aseguran que es más lo que se gana que lo que se pierde. Ciertas preguntas pueden ayudarnos a despejar los temores.
Cuántas veces nos hemos encontrado a nosotros mismos sentados en la oficina preguntándonos:
¿Para qué estoy aquí? ¿Es este el lugar que elijo para mi desarrollo personal y profesional?
¿Qué otras cosas me gustaría estar haciendo en este momento que me hicieran sentir mejor?
Y dando piedra libre a la fantasía, nos encontramos desarrollando un proyecto que fuimos moldeando desde pequeños, disfrutándolo a pesar del esfuerzo que nos genera el tener que crear cada detalle, cada paso hasta que se concrete.
Para quienes hemos estado en relación de dependencia, la idea de salir de esa zona de confort donde está el sueldo a fin de mes, donde otros piensan por nosotros y pagan nuestros impuestos, Obra Social, jubilación, etc. es ¡aterradora! El sólo hecho de pensar esa posibilidad nos genera una sensación de inseguridad, de angustia y temor a lo desconocido, que tantas veces invalida cualquier intento de imaginarnos haciendo algo diferente.
Desde mi opinión, la aparición de un móvil nuevo, algo distinto que aflora en el horizonte nos invita a abrir nuestras ideas y nuestras emociones a una nueva realidad que se muestra como una oportunidad de sentir que somos personas con una meta, y que esta meta es alcanzable. Si enfocamos nuestra energía y creatividad hacia el logro de un objetivo muy deseado, aunque hasta ahora adormecido por la comodidad y el confort, se abre un abanico de posibilidades que nos tienta a lanzarnos a un mundo nuevo donde empezamos a reconocernos como personas diferentes.
Es interesante cambiar la pregunta “porqué estoy acá, haciendo esto” por “para qué lo estoy haciendo”, y si la respuesta nos hace sentir bien, nos satisface, seguimos adelante.
Si hay algo en la respuesta que nos hace ruido, que nos produce cierto malestar, entonces allí cabe una nueva pregunta:
“¿Qué otras cosas desearía estar haciendo en lugar de esto?”. Y, enseguida, sin dispersamos, enganchamos el “cómo”: qué cosas comenzaría a realizar para acercarme a esto que estoy deseando. Inevitablemente debemos responder “a qué le temo” que nos acompaña en este tiempo de posibles cambios.